La sarcopenia es la pérdida de masa muscular asociada a la edad, pero el hecho de padecer cáncer aumenta la velocidad de pérdida de la masa muscular, pudiendo reducir hasta un 20% la sección transversal del músculo. Cerca de un 40% de personas con cáncer son sarcopénicas y ello es debido a las terapias oncológicas, que pueden generar anorexia, sensación temprana de saciedad, náuseas, vómitos, pérdida de gusto y olfato, fatiga y dolor. Además, la sarcopenia por sí misma también genera degradación muscular, pues el hecho de privar al organismo de actividad limita los mecanismos de producción energética.
Se ha demostrado que los pacientes con sarcopenia tienen mayor exceso de toxicidad por las terapias oncológicas, lo que obliga a reducir la dosis o incluso a detener los ciclos del tratamiento y, además, se reduce la respuesta a la quimioterapia. Esto hace que la sarcopenia sea un factor de mal pronóstico para la supervivencia.
El tratamiento para prevenirla o revertirla debe fundamentarse en un trabajo multidisciplinar basado en una buena nutrición para promover el equilibrio energético y garantizar un aporte correcto de proteínas, trabajo aeróbico y de fuerza para aumentar la masa muscular, la fuerza y mejorar el estado físico; y el uso de fármacos para controlar la sobreproducción de citoquinas inflamatorias.
Adaptación del artículo de Bozzetti F et al. (2017).